89 |
|
|
El conjunto de la filosofía hermética del Renacimiento encontró su última expresión en lo que se ha dado en llamar el movimiento rosacruz, o rosacruciano, al que pertenecieron Robert Fludd, Michael Maier, Valentín Andreae, Enrique Khunrath y Comenius, entre otros. Como hemos dicho, este movimiento nace a principios del siglo XVII, concretamente en los países donde John Dee había dado a conocer el mensaje de la reforma universal, apoyada en los postulados doctrinales del hermetismo alquímico y cabalístico-cristiano, del cual también es heredero el teósofo alemán Jacob Boehme (1575-1624), el cual tuvo que luchar toda su vida, como tantos otros maestros herméticos, contra la intolerancia religiosa, llegando incluso a conocer por algún tiempo la amargura de la cárcel. En sus obras –principalmente La Aurora que despunta, De Signatura Rerum y Mysterium Magnum– Boehme expone con verbo inflamado las etapas por las que el hombre puede recuperar su 'cuerpo de luz' anterior a la caída adámica, naciendo como hijo de la Sabiduría Eterna. El movimiento rosacruz cobra fuerza a raíz de la aparición de los manifiestos titulados Fama Fraternitatis y Confessio Fraternitatis, cuya autoría, directa o indirectamente, pertenecía al misterioso "Colegio Invisible de la Rosa-Cruz", del que los rosacrucianos obtuvieron precisamente el nombre. Por la importancia que reviste para comprender la historia sutil de la época que estamos tratando, conviene que nos detengamos un momento en el contenido de esos manifiestos, y especialmente en los eventos acaecidos al fundador legendario de esa Fraternidad iniciática: Christian Rosenkreutz (literalmente Cristiano Rosacruz). En primer lugar, diremos que ese nombre es simbólico, pues no designa un personaje concreto, sino más bien a una 'entidad colectiva' que desempeñó una función tradicional en un período determinado. Se dice que la 'vida' de Christian Rosenkreutz está a puente entre los siglos XIV y XV, es decir, cuando se estaba gestando el paso de la Edad Media al Renacimiento, con todo lo que ello implicaba de readaptación de los principios tradicionales a las nuevas condiciones históricas y cíclicas. Como ya sabemos, una de las organizaciones que en la Edad Media detentaba el conocimiento iniciático y esotérico, era la Orden del Temple. La cruenta desaparición de los templarios a comienzos del siglo XIV, en el 1314 como ya dijimos, produjo una eventual rotura de ese vínculo, con lo que esto suponía de pérdida para Occidente de una parte esencial de su propia sabiduría tradicional, pues en verdad el Oriente no designa sino la región simbólica donde reside el Centro Supremo y primordial, la fuente de todo conocimiento metafísico y espiritual. En este sentido, los 'viajes' que efectuó Christian Rosenkreutz por diversos países de Oriente (en el transcurso de los cuales "recibió los secretos de la magia y la cábala") tenían como objetivo el de volver a restablecer el lazo que se había roto, con el fin de que Occidente continuara la regular comunicación con el Centro Supremo. Al volver a Europa, Christian Rosenkreutz funda la "Fraternidad de la Rosa-Cruz", de contenido hermético-cristiano que, al contrario de sus antecesores templarios, no conservaba una organización de tipo exterior, sino que siempre permaneció en el más completo anonimato, pasando a actuar desde un plano estrictamente espiritual e invisible; de ahí entonces la denominación de "Colegio Invisible". Así, pues, se puede comprender cuáles fueron en realidad los 'inspiradores' de prácticamente todos los movimientos esotéricos que aparecieron en el Renacimiento, movimientos cuyo carácter hermético-cristiano no deja ninguna duda. El hecho de que los manifiestos Rosa-Cruces se hicieran públicos a principios del siglo XVII, indicaba que había llegado el momento de pasar a una acción mucho más directa, ya que las condiciones adversas que por aquel entonces existían en Occidente así lo requerían. De esta manera, motivados por dichos manifiestos, una serie de adeptos herméticos se agruparon para crear el movimiento rosacruciano, que venía a ser como una especie de brazo exterior, pero sin relación aparente, con el "Colegio Invisible de la Rosa-Cruz". Ese movimiento tuvo incluso un alcance político-religioso, pues también se trataba de organizar un Estado semejante al que existía en la cristiandad medioeval: el Sacro Imperio Romano Germánico. Con seguridad, los proyectos de John Dee y los reformistas isabelinos por restablecer una monarquía cristiana de alcance universal, abonaron el camino para acometer semejante empresa, al frente de la cual se encontraba el príncipe renano Federico V del Palatinado. Este pequeño principado de centro Europa fue, durante la segunda década del siglo XVII, un auténtico 'Estado Rosacruz', en donde confluirían casi todas las corrientes herméticas del último período del Renacimiento. Las universidades de Heidelberg y Oppenheim, se convirtieron en centros de enseñanza propagadores de la filosofía oculta, generando así una cultura que quedó impresa en numerosas obras arquitectónicas, científicas, artísticas y literarias. En ese clima de extraordinaria y fecunda creatividad en todos los campos del saber, vemos al ingeniero y arquitecto Salomón de Caus, el cual diseñó jardines y monumentos mágicos y simbólicos, tomando como referencia las leyes de la perspectiva, de las proporciones y armonías del número, la geometría y la música. Encontramos asimismo a los editores Teodoro de Bry y Mateo Merian, que imprimieron y realizaron los emblemas y grabados de Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, de Valentín Andreae; los varios volúmenes de la Historia Metafísica del Macrocosmos y del Microcosmos, de Fludd, y Atalanta Fugitiva de Maier, por nombrar sólo unos pocos. Recordemos también los grabados alquímico-cabalísticos de Khunrath en su obra Anfiteatro de la Eterna Sabiduría, y especialmente el que lleva por título "La Cueva de los Iluminados", donde se conservaban los tesoros de la filosofía rosacruz, heredera del pensamiento de Ficino, Pico de la Mirándola, Reuchlin, Agripa, Giorgi, Postel, Paracelso y Dee, principalmente, aunque por razones de brevedad omitimos otros numerosos adeptos del Arte y la Ciencia Hermética. Digamos que la utilización de la técnica del grabado para presentar visualmente las ideas contenidas en los libros herméticos, suponía no sólo una forma de embellecerlos estéticamente, sino el brindar una secuencia de imágenes ordenadas que facilitaran el despertar de la intuición intelectual (espiritual) del lector, es decir, que desempeñaban una función didáctica apta para vehicular el Conocimiento. La desaparición del movimiento rosacruciano trajo como consecuencia una concepción cada vez más racionalista del saber científico, que desembocaría de modo irreversible en la solidificación positivista del siglo XIX, lo cual supuso un límite en el descenso de degradación cíclica, dando paso así a esta época nuestra de completo caos y disolución en todos los órdenes de la existencia. |
||
90 |
|
|
Como ya sabemos la precesión de los equinoccios (25.920 años) es el número cíclico fundamental, pues a partir de él y sus subdivisiones se organizan y estructuran los diferentes períodos de la humanidad (ver Módulo II, acápites 43 y 67). La principal de esas subdivisiones es justamente la mitad de la precesión, es decir 12.960 años (13.000 en números redondos), módulo de tiempo que era conocido por todos los pueblos de la antigüedad, algunos de los cuales, como los caldeos y los griegos, le dieron el nombre de "gran año", dando a entender así que se trata de un ciclo completo en sí mismo. En la tradición hindú cinco de esos "grandes años" constituyen también el Manvántara (5 x 12.960 = 64.800), lo cual añade una nueva perspectiva a nuestros estudios. El Diluvio bíblico se refiere en realidad a un gran cataclismo ocurrido hace precisamente 12.960 años, que entre otras consecuencias provocó la desaparición del continente atlante (la Atlántida, la mítica "isla de Occidente") y la civilización que se desarrolló dentro de él, civilización en la que existió un centro espiritual directamente emanado de la Tradición Primordial. Ese cataclismo representó el paso del cuarto "gran año" al quinto, al final del cual nos encontramos actualmente, coincidiendo por tanto con el fin del Manvántara. Numerosas tradiciones han guardado la memoria de esa civilización, y muchas de ellas se han considerado sus herederas, como es el caso de la Tradición Hermética y de todas aquellas que a lo largo del último "gran año" han habitado la costa oeste de Europa, la cuenca del Mediterráneo y Oriente Medio, y por supuesto las culturas de la América precolombina. Recordemos que el mismo Platón habla de la Atlántida en dos de sus "Diálogos": el Timeo y el Critias. Si tenemos en cuenta que ese cataclismo, según los datos tradicionales, tuvo lugar alrededor del año 11000 a. C., asignando a cada fin de un "gran año" una catástrofe geológica y siguiendo en ello al estudioso Gastón Georgel, el anterior ocurrió en torno al año 24000 a. C., marcando así el paso del tercer "gran año" al cuarto. Se dice que dicho cataclismo provocó la dislocación de un gran continente (que ha recibido el nombre de Gondwana) situado en las regiones más meridionales de la Tierra. Es bastante probable que la civilización que floreció en dicho continente tuviera como descendientes a todas aquellas tradiciones que se desarrollaron principalmente en Africa y Australia. Hacia el año 37000 a. C. tenemos el paso del segundo "gran año" al tercero, signado por un cataclismo que afectó sobre todo a los pueblos que habitaban otro gran continente ubicado en las regiones extremo-orientales, cuyos restos los conformarían todas esas miles de islas dispersas hoy en día por el sudeste asiático y gran parte del Pacífico. Y en cuanto al paso del primer "gran año" al segundo poco se sabe del cataclismo que lo marcó, aunque su fecha, 50000 a. C., coincide con la que la ciencia moderna asigna a la primera glaciación, cuando las regiones hiperbóreas, que hasta entonces gozaban de una "eterna primavera", se cubrieron de hielo. Es interesante destacar que en la sucesión de las cuatro edades de la humanidad, los dos primeros "grandes años" (del 63000 al 37000 a. C.) pertenecen enteramente a la Edad de Oro, que como sabemos cubre un ciclo completo de la precesión de los equinoccios (2 x 12.920 = 25.920 años), lo que nos indica que dentro de esa Edad hay que distinguir también dos períodos distintos, si bien para aquella humanidad primigenia tan sólo existía una sola y única Tradición. |
||
91 |
|
|
A lo largo de este Programa nos hemos referido muchas veces al Agartha bajo distintas formas, y creemos oportuno efectuar algunas aclaraciones sobre este país invisible, sobre este territorio no ubicable de manera espacial –pero que existe efectivamente en lo invisible y que todo ser humano puede encontrar en su interior mediante un proceso ordenado y gradual– del que este manual de introducción a los símbolos y la doctrina tradicional ha tomado su nombre. René Guénon, el esoterista más importante del siglo XX, refiriéndose al Agartha, ha dicho: "Hemos hablado antes de alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que está perdido u oculto, y que se representa bajo diversos símbolos; esto, cuando se lo toma en su sentido general –el que concierne a todo el conjunto de la humanidad terrestre– se relaciona precisamente con las condiciones del Kali-Yuga. El período actual es pues un período de obscurecimiento y confusión; sus condiciones son tales que, en tanto persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto; de donde el carácter de los 'Misterios' de la antigüedad llamada 'histórica' (que ni siquiera se remonta hasta el comienzo de este período) y de las organizaciones secretas de todos los pueblos: organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde aún subsiste una verdadera doctrina tradicional, pero que no ofrecen más que su sombra cuando el espíritu de esta doctrina ha dejado de vivificar los símbolos, que no son sino su representación exterior; y esto porque, por diversas razones, todo vínculo consciente con el centro espiritual del mundo ha terminado por romperse, lo que constituye el sentido más particular de la pérdida de la tradición, aquél que concierne especialmente a tal o cual centro secundario, que deja de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo". "Se debe hablar, entonces, como ya lo decíamos precedentemente, de algo que está más bien oculto que verdaderamente perdido, pues no está perdido para todos y algunos aún lo poseen íntegramente; y, si es así, otros tienen siempre la posibilidad de volverlo a encontrar, con tal de que lo busquen como conviene, es decir, que su intención esté dirigida de tal modo que, por las vibraciones armónicas que despierta según la ley de las 'acciones y reacciones concordantes', pueda ponerlos en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo". (El Rey del Mundo, cap. VIII). Y agrega: "Se trata siempre de una región que, como el paraíso terrestre, se vuelve inaccesible para la humanidad ordinaria, y que está situada fuera del alcance de todos los cataclismos que transtornan al mundo humano al final de ciertos períodos cíclicos". En cuanto a la introducción que procura el Programa Agartha, se relaciona fundamentalmente con la Cosmogonía como soporte inmediato del Ser y la Metafísica. En ese sentido hemos señalado determinadas vías iniciáticas para aquéllos que tengan afinidad con ellas como las relacionadas con el budismo mahayana, el zen budismo, el islam, el judaísmo, etc., en particular para los que necesitan apremiantemente del rito exotérico comunitario, o la emoción religiosa. Sólo queremos advertir a los estudiantes acerca de ciertas sectas que existen en todo el mundo; pero creemos que después de haber seguido el Programa el lector estará capacitado para distinguir entre la paja y el grano. Sin embargo este manual está dirigido al Occidente y se refiere más particularmente a la Tradición Hermética. Si alguna institución iniciática moderna e internacional podría arrogarse el derecho de representar a esa Tradición, esta es la Masonería, que aun habiendo perdido en general el sentido de los mitos y los ritos que ella conserva y que aún continúan vivos en algunas de sus logias, está capacitada para transmitir el influjo espiritual que representa. Y por cierto que está igualmente viva la Tradición Cristiana, cuyo esoterismo nos ha dado la mayor parte de lo poco que tenemos y por la que también podemos recuperar lo mucho que tuvimos. De todas maneras, hemos insistido en que el estudiante de la Tradición Hermética puede trabajar solo; aunque asimismo hemos recalcado que es conveniente asimilarse a una forma Tradicional cuando se advierte la grave responsabilidad que se deposita sobre nuestros débiles hombros, y simultáneamente admitimos la inconveniencia de alimentar nuestros egos. Una sentencia islámica asegura que al comienzo de un ciclo al aprendiz se le exige por lo menos el conocimiento de nueve de las diez partes de la totalidad, pero que en los últimos tiempos sólo con una décima parte podrá ser salvo, lo que no deja de ser reconfortante para nosotros, ignorantes actuales, y lo que, además, debe ponerse en relación con el Evangelio cristiano que afirma que para el fin de este ciclo, aun los propios niños podrán ver y ser transfigurados en la luz eterna, lo cual constituye, sin ninguna duda, una inmensa esperanza también para nuestros hijos. Tomando debida nota de que este Programa de Introducción a la Ciencia Sagrada es mucho más para aquéllos que están desilusionados de sus ilusiones que para ilusos. |
||
92 |
|
|
La presencia de la Tradición Hermética no se agotaría con la desaparición del movimiento rosacruz a mediados del siglo XVII, sino que su influencia seguiría siendo decisiva en todas aquellas corrientes esotéricas e iniciáticas que surgirían a lo largo de los siglos XVIII y XIX, como es el caso por ejemplo de la Masonería moderna. En verdad la energía espiritual del Dios que es Triple en su Sabiduría no ha dejado de manifestarse nunca en Occidente hasta nuestros días, aunque haya habido momentos en que debido a las dificultades del medio profano y desacralizado ese influjo tan sólo fecundara el corazón de unos pocos, los que sin embargo han hecho posible la continuidad de la transmisión de la Ciencia Sagrada, adaptándola a la mentalidad de sus contemporáneos y a las circunstancias especiales de este final de ciclo. Este es el caso de René Guénon (1886-1951), considerado, como ya se ha dicho, el más grande metafísico y esoterista del siglo XX, y cuya obra representa la síntesis más completa de la doctrina tradicional realizada en nuestro tiempo y en esta parte del mundo, y que ha sido también decisiva para validar los estudios y las investigaciones sobre los símbolos considerados como los vehículos del Conocimiento, actuando en este sentido su autor como un verdadero hermetista, pues la revivificación de los símbolos, portadores de las ideas de la Sabiduría Perenne, ha sido siempre una de las funciones más importantes de los maestros herméticos en todo tiempo y lugar. Una obra que en definitiva ha servido, y servirá, como guía intelectual a numerosos hombres y mujeres que buscan su realización interior mediante la profundización en la Vía Simbólica, que es precisamente una de las formas que ha tomado hoy en día el esoterismo contemporáneo en Occidente, y por tanto la Tradición Hermética, al comprender todas aquellas disciplinas que hacen referencia directa a la Cosmogonía y la Ontología, es decir al conocimiento del Ser y los diferentes planos de su manifestación, cuyo conjunto comprende la totalidad de lo que antiguamente se llamó los "Misterios menores". Pero éstos, lejos de representar la totalidad del Conocimiento constituyen tan sólo un soporte (pero eso sí, imprescindible) para acceder a los "Misterios mayores", es decir a la Metafísica, cuyos principios generales fueron también expuestos por Guénon, y que completarían, coronándolos, sus estudios sobre la Ciencia Sagrada. Recordemos que la Metafísica se refiere a todo aquello que está más allá del edificio cósmico, e incluso más allá de su principio creador, que no es otro que el Ser, ocupándose exclusivamente del conocimiento trascendente del No-Ser. El Ser, la Unidad, es el No-Ser afirmado, y por tanto representa ya una primera determinación, que aunque sea la más primordial de todas sin embargo está condicionada con respecto a aquellas otras posibilidades, verdaderamente infinitas, que no se manifestarán jamás por su naturaleza inefable e incondicionada, y que pertenecen enteramente al No-Ser, el cual, en consecuencia, contiene tanto lo que será manifestado a través del Ser como lo que nunca se manifestará. Así pues, distinguir entre el Ser y el No-Ser, entre Kether y En Sof, es esencial para quienes emprenden el camino de la verdadera Gnosis, los cuales siempre han de tener como referencia permanente lo supra-cósmico y las ideas y principios más universales, aunque los interesados estén recién iniciando ese camino y todavía tengan que cumplimentar sus primeras transmutaciones alquímicas. O tal vez por esto mismo es por lo que han de advertir y conocer esa diferencia desde el comienzo, evitando así posteriores confusiones que les impedirían sobrepasar las condiciones que les atan a su estado individual y contingente. Lo mismo podemos decir de la confusión entre metafísica y religión, que es otra de las cuestiones que Guénon procuró siempre clarificar, como también lo ha hecho nuestro Programa en varias oportunidades (ver sobre todo el Módulo II, 74). Esa confusión es algo bastante común hoy en día, incluso entre algunos de los que se han nutrido de la obra de Guénon, a la que por este motivo han distorsionado cuando no simplemente manipulado y traicionado. Es necesario distinguir netamente entre lo metafísico y el punto de vista religioso, entre otras razones porque éste se limita siempre a lo más exterior, considerando al elemento sentimental y devocional por encima de lo verdaderamente intelectual y espiritual, con lo cual ni tan siquiera ese punto de vista contempla la idea de una Cosmogonía, y en consecuencia la posibilidad de la iniciación en los misterios de la vida y del Ser, antesala a los grandes misterios de la Metafísica. Confundir lo metafísico con lo religioso supone la inversión total de las relaciones jerárquicas entre lo exotérico y lo esotérico, y más aún entre lo psíquico y lo espiritual. En este sentido, y para concluir, he aquí lo que dice al respecto el propio Guénon: "La metafísica y la religión no están ni estarán jamás en el mismo plano; de ello resulta, por otra parte, que una doctrina puramente metafísica y una doctrina religiosa no pueden competir ni entrar en conflicto, puesto que sus dominios son claramente diferentes". (Oriente y Occidente, 2ª parte, cap. IV). Y asimismo: "Pretender que la iniciación pudiera haber nacido de la religión [...] es invertir todas las relaciones normales que resultan de la naturaleza misma de las cosas; y el esoterismo es verdaderamente, con respecto al exoterismo religioso, lo que es el espíritu en relación con el cuerpo, tanto es así que, cuando una religión ha perdido todo punto de contacto con el esoterismo, no queda en ella más que 'letra muerta' y formalismo incomprendido, porque lo que la vivificaba era la comunicación efectiva con el centro espiritual del mundo, y ésta solamente puede ser establecida y mantenida conscientemente por el esoterismo y por la presencia de una organización iniciática verdadera". (Apreciaciones sobre la Iniciación, cap. XI). |
||
93 |
|
|
La velocidad con la que transcurren los acontecimientos del mundo, y la creciente sensación de inestabilidad que se deriva de todo ello, es una de las características principales del fin de ciclo que estamos viviendo. El tiempo está a punto de agotarse por su propia aceleración, lo que ha provocado que la humanidad se encuentre hoy en día más alejada que nunca de su Principio. En este sentido podría decirse que el desarrollo cíclico y temporal supone un alejamiento gradual y paulatino del polo esencial de la manifestación, que es la Unidad primordial, e inversamente una cada vez más progresiva caída en el polo substancial, al que pertenece el reino de la cantidad y la multiplicidad. En analogía con esto, dicho alejamiento ha provocado también que el ser humano fuera perdiendo poco a poco conciencia de sus realidades superiores, viéndose abocado finalmente a desarrollar aquello que en él existe de más inferior y superficial. Esta es la tendencia general, aquella que marca el tono de nuestra época terminal, considerada como la fase más oscura de la "Edad Sombría" (el Kali-Yuga o Edad de Hierro), y que por eso mismo reviste un carácter anómalo e invertido con respecto a lo que ha sido la historia de la humanidad en épocas anteriores, y no demasiado lejanas. De una u otra manera casi todas las tradiciones han mencionado en sus profecías y textos sagrados las características que revestirá el fin de ciclo, y que se ajustan incluso en los detalles a lo que estamos viviendo en la actualidad. Mas por encima de los horrores y tristezas que traen los signos de este tiempo, se abre para todos los hombres y mujeres de corazón recto la esperanza de un mundo verdaderamente nuevo, donde "no habrá ya noche ni se tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol", pues la rueda habrá dejado de girar y el tiempo se habrá absorbido en la Realidad de su centro inmutable. "Cuando reinan el engaño, la mentira, la inercia, el sueño, la maldad, la consternación, la aflicción, la turbación, el miedo, la tristeza: esto se llama la Edad Kali, que es tenebrosa". Bhagavata Purâna, Libro XIII. "En la Edad Kali la riqueza, entre los hombres, reemplazará con mucho la nobleza de origen, la virtud, el mérito; el derecho y la regla estarán determinados por la fuerza". Ibid. "... ahora existe una estirpe de hierro. Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias ni dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses le procurarán ásperas inquietudes (...). El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre; el anfitrión no apreciará a su huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a sus padres apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir la vigilancia de los dioses (...). Ningún reconocimiento habrá para el que cumpla su palabra ni para el justo y el honrado, sino que tendrán en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia estará en la fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado tratará de perjudicar al varón más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del juramento. La envidia murmuradora, gustosa del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres miserables". Hesíodo, Los Trabajos y los Días, versos 174-195. "Cuidad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: 'Yo soy el Mesías', y engañarán a muchos. Oiréis hablar de guerras y rumores de guerras, pero no os turbéis, porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambre y terremotos en diversos lugares. Pero esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento (...) Entonces se escandalizarán muchos y unos a otros se harán traición y se aborrecerán; y se levantarán muchos falsos profetas, y por el exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos, mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo". Mateo XXIV, 4-13. |
||
94 |
|
|
La reminiscencia es recordar el Origen y por ello penetrar en el Eterno Presente. Así la reminiscencia actualiza lo que siempre ha sido, o sea lo que es (y lo que da el ser) y el conocimiento de otra realidad multidimensional y el espacio en que ella se produce. Es también advertir que en ese otro ámbito se comprende –aunque fuera borrosamente– la presencia de una amplia cadena de testificación, desde los orígenes, incluyendo dioses, héroes, o personajes increíbles que han transmitido estas energías que se reciben mediante operaciones de alquimia, se manifiestan siempre por la dualidad de opuestos solve-coagula, disolver y coagular, gracias al fuego del corazón que preside toda la Obra y se conjugan siempre en el Presente, que es el que otorga la auténtica maestría a los Adeptos al Conocimiento. La anamnesis, o sea el Recuerdo, adquiere muchas instancias que se resuelven en reminiscencias. El déjà vu es una de ellas, así como la recuperación de la identidad que supone el ingreso a un plano diferente merced a desvelar la Potencia, superior a la suma de todos los actos. La Antigüedad, el país de los ancestros, es ahora. Lo que algunas civilizaciones nombraron como el reino de los muertos es la materia actual de la Obra e indica que la nigredo ha sido asimilada. Entonces el Adepto deja el luto y luce una nueva vestidura caracterizada por la perennidad, así se encuentre ataviado con una serena alegría, o sumido en la agonía sacrificial del suicidio reiterado, o alternando ambas situaciones. Quien cruza el umbral guarda en silencio el Secreto de algo que se revela en su conciencia, pero que no se manifiesta de modo ordinario. Bienvenidos a la Certeza y los Grandes Misterios. Todo esto ya pasó. El fin del mundo ya fue. |
||
Fin del Módulo III
|