INTRODUCCION
A LA CIENCIA SAGRADA |
||
MODULO III |
||
1 |
|
|
Así como hemos visto al zodíaco en su ciclo anual, dividido en doce signos mensuales (Módulo I, 26) también podemos verlo en un ciclo diario en el que la rueda zodiacal hace un recorrido aparente completo al girar la Tierra alrededor de su propio eje. Algunos astrólogos consideran que durante las veinticuatro horas que siguen al nacimiento de una persona se reflejará toda su vida. Para hacer las observaciones dividen la rueda del zodíaco en doce Casas y hacen corresponder dos horas a cada una de ellas. Esto determinará el signo ascendente y descendente del individuo y diversos aspectos de su personalidad. Debe tomarse en cuenta, al realizar el cálculo de la Casas, la latitud del lugar de nacimiento, el día del año y la hora del día. Las Casas no son, como los signos, de 30° exactos, sino que oscilan entre los 17° y los 60°. Damos a continuación los nombres de las doce Casas; pero repitamos que lo fundamental es el conocimiento de los principios, de los que derivan las manifestaciones particulares.
|
||
2 |
|
|||||||||||||||||||||||||||||
Para la tradición hindú, "de cada poro de Brahma brota un universo a cada instante", y un ciclo de vida de un universo es llamado Kalpa al que se representa como una respiración de ese Ser invisible. Un Kalpa está a su vez dividido en catorce Manvántaras, siendo cada uno de estos últimos un ciclo humano completo de existencia, o un 'día' de la tierra, el cual a su vez es subdividido en cuatro yugas, o subciclos, exactos a las cuatro edades de los griegos. Podemos encontrar en las mitologías de los pueblos el recuerdo de un tiempo primordial; un paraíso perdido –o Edad de Oro– en el que el hombre vivía en perfecta armonía con el cosmos y la naturaleza, en 'estado de gracia' y perenne presencia del Espíritu. En ese illo tempore, que los hindúes denominan Satya Yuga, los hombres se identificaban con los dioses, y la verdad, como la montaña, era visible para todos. Fue de esos antepasados míticos que la humanidad heredó la cultura verdadera y los valores espirituales más elevados. Sin embargo, en razón de las leyes cíclicas ese tiempo fue seguido por otras edades, cada vez más restringidas, en las que se fue perdiendo, poco a poco, el estado virginal de los orígenes, los dioses cayeron y la verdad tuvo que ocultarse en el interior de la caverna, en el mundo subterráneo, y revelarse únicamente a unos pocos. A la Edad de Oro o Satya Yuga, siguió una de Plata o Trêtâ Yuga; luego vino la de Bronce o Dwâpara Yuga; y finalmente la de Hierro o Kali Yuga, que según datos astrológicos tradicionales está a punto de llegar a su fin. Observemos ahora dos ciclos: uno, el de 25.920 años a que nos referimos en el Módulo II, 43: la precesión de los equinoccios; el otro, más amplio, de 64.800 años (la duración asignada al Manvántara), relacionado numéricamente con aquél, con el que guarda la proporción 10:4 como podrá comprobarse en la siguiente tabla, y siendo uno de sus divisores comunes 2.160 años, duración de una 'era zodiacal' (consultar acápite citado y más adelante en este Módulo, 71: "Los Ciclos I"). Una manera de verlos es divididos en cuatro partes iguales, en cuyo caso cada una de las fases del primero sería de 6.480 años y las del segundo de 16.200. Pero otra forma tradicional de subdividir estos ciclos, que nos da otra perspectiva sobre los mismos, es la que obtenemos utilizando la ley de la Tetraktys pitagórica (10 = 1 + 2 + 3 + 4), en cuyo caso se asigna a cada una de las edades los siguientes números:
De ahí que desde el punto de vista del primer ciclo pueda verse el comienzo del Kali Yuga en una fecha muy cercana al siglo VI a. C. (hace 2.592 años), mientras que desde la perspectiva del segundo ese comienzo se remontaría a 6.480 años antes del fin de ciclo. En todo caso es notable observar que los datos de la tradición nos muestran que ambos ciclos están llegando a su final, y que nos encontramos en un punto de transición, hecho que a su vez anuncia el advenimiento de una nueva Edad. |
||||||||||||||||||||||||||||||
3 |
|
|
Las Magnitudes Lineales y Sus Proporciones. Las civilizaciones del Extremo Oriente y las precolombinas han tomado al número cinco como su modelo matemático. Los pitagóricos lo han hecho con el número diez. Esto supone una perfecta concordancia puesto que el cinco corresponde al módulo de los dedos de una mano y el diez al de las dos. La mano, o las dos manos (y aun en algunos casos la suma de los dedos de las manos y los pies = 20), han constituido el modelo numérico de donde derivaron todos sus conocimientos macrocósmicos y microcósmicos, que desde luego no son poca cosa, ya que con este módulo construyeron las extraordinarias civilizaciones que hoy nos asombran y llegaron a calcular las distancias y revoluciones de las estrellas, incluso el tercer movimiento, como de trompo, de la tierra, llamado precesión de los equinoccios, que ella efectúa cada 25.920 años. Esto se debe a las analogías que establecieron entre todas las cosas y que la ciencia más moderna y su instrumental confirman, pues es obvio que innumerables generaciones de hombres –aunque viviesen 900 y 700 años como en la Biblia se afirma– no podrían tener una experiencia literal de este último hecho. Daremos sólo un breve ejemplo de las proporciones lineales referidas a las potencias de diez (las dos manos).
Se quiere destacar que la serie decimal es especialmente apta para las medidas lineales, mientras que la basada en el seis –o en su mitad el tres, y su doble el doce– y particularmente en el nueve (igual a 32 ó a 3 + 6) está relacionada con las medidas o módulos circulares, es decir aquellos que tienen evidente conexión con el perímetro de la circunferencia (360°). |
||
4 |
ALGUNAS ADVERTENCIAS BASICAS
|
|
– Todos los sabios y todas las antiguas y altas civilizaciones han destacado al símbolo y a la vía simbólica, como vehículo esotérico y mágico de realización, para acceder a los arcanos más secretos y ocultos de los misterios cosmogónicos, es decir, del Hombre y del Universo. – Debemos considerar la diferenciación que hay entre lo esotérico y lo exotérico, como dos lecturas distintas –y opuestas– de la realidad. Lo esotérico se relaciona con lo invisible, oculto y secreto, tal el punto central del círculo (o eje de la rueda); y lo exotérico con lo periférico, superficial, externo y la circunferencia (que se realiza tomando al punto como principio de partida) y asimismo con el movimiento cambiante de la rueda. – Lo más pequeño es lo más poderoso. – Como bien se dice, la Enseñanza llega cuando el estudiante está a punto para recibirla. A saber: cuando su necesidad es absolutamente imperiosa. – Otro más: A esta altura de la Enseñanza pudiera ser que usted todavía no supiera o comprendiera con claridad qué es verdaderamente el contenido de este manual. No lo dé entonces por sabido –como suele ser lo habitual– y vuelva a estudiarlo releyendo en profundidad y con suma lentitud (retardando el tiempo) todo lo que en él se contiene. Es mucho más noble y productiva esta humildad, o mejor, esta franqueza para con uno mismo, que suponer lo que aún no se sabe o colocar una rápida etiqueta a aquello que se quiere despachar para salir otra vez del paso. Estas relecturas le brindarán más de una sorpresa y le ofrecerán numerosas perspectivas, con las que en este momento, acaso, usted no creía contar. Pensamos que es válida y nos está permitida la sugerencia anterior avalada por la experiencia en la realización de nuestro Programa. |
||
5 |
|
|
Queremos aquí decir unas palabras sobre algunas malversiones vinculadas al "maestro" propias de la confusión en que se existe, las que obedecen a una dialéctica descendente del ciclo que Occidente y su influencia mundial ejemplifican, ya que este pensamiento profano se ha infiltrado en el globo entero. No nos referimos exclusivamente a determinadas apreciaciones que se hacen sobre el particular, involucradas con el simple poder personal en cualquiera de sus formas, ni a las versiones "cinematográfico-televisivas" sobre el tema. Tampoco a una forma de "sublimación", tanto sea ésta de los temas que se enseñan, como de aquéllos que los imparten. Se teme siempre en estos casos una falsa perspectiva respecto a la auténtica espiritualidad, la que es suplantada por adhesiones afectivas, o empañadas por la penumbra de una "creencia" demasiado materializada. Todas estas posibilidades pueden encuadrarse en una perspectiva lineal y estrecha, en una visión literal y –aunque no se quiera– racionalista, cuando no sentimental y seguramente dependiente. Nos estamos refiriendo a las falsas ideas acerca del "Maestro Superman", aquél que posee mayores poderes físicos y psíquicos que los demás mortales, y al tabú de los "dones" y "ascetismo" de este personaje, al que se le destaca por sus egos, y no por sus Enseñanzas Metafísicas directamente conectadas con el Espíritu. Para peor, como algunos de estos "poderes" y "dones" simbólicos son verídicos respecto a aquéllos que van superando sus pruebas de Iniciación –aunque jamás vistos desde una perspectiva groseramente materializada– se crean muchas confusiones que son tales si no somos capaces de resolverlas. En rigor, en la Tradición Hermética y la Alquimia, la Doctrina y la Enseñanza que el estudiante aprende es una sola y ésta es el Conocimiento de la Cosmogonía, a saber: la interpenetración de otros tiempos, espacios, ritmos y estados de conciencia distintos de los ordinarios, las que son realidades tan auténticas –cuando menos– como las concepciones tomadas del cúmulo de esfumaturas e ineficiencias que nos ofrece la sociedad contemporánea. En esta tradición los introductores e iniciadores no son considerados "maestros" en el sentido de ejercer una función de tipo psicológico o de autoridad institucional, o mismo de ejemplaridad en determinados usos y costumbres que el mundo puede cambiar una y otra vez a su antojo de acuerdo a sus modas que perennemente se quedarán en la relatividad de las formas. No se hace pues tanta cuestión con esto del "maestro", porque se enseña que la Realización es individual y que debe lograrla cada cual por sí, ineludiblemente. Por lo que se aconseja al lector que no ponga en otros lo que en verdad debe trabajar en sí. Debemos recordar que, según Platón, su maestro Sócrates identificaba su función con la de un obstetra, lo que equivale a decir que no consideraba su oficio como algo idealizado y magisterial según lo imaginan nuestros contemporáneos. El verdadero Maestro es una energía celeste que se hace en nosotros puesto que en nuestra interioridad existe esa posibilidad. El auténtico Maestro es divino, es el Cristo interno, como lo fue para los cristianos primitivos y como lo es para todos aquéllos que no tienen una visión infantiloide de las cosas. La dificultad de aceptar las enseñanzas de este Programa y realizarlas reside en esta cuestión, es decir, que el lector debe hacer su trabajo por sí, a la intemperie, en soledad, sin el amparo que le brinda lo que vulgarmente se entiende por un maestro, la identificación con una etiqueta o esta o aquella "institución" más o menos aceptada por el medio. |
||
6 |
|
|
"... ya que la sagrada patria de nuestros ancestros se encuentra en el medio de la Tierra, que el centro del cuerpo humano es el santuario del corazón y que el corazón es el habitáculo del alma, por esa razón, hijo mío, los humanos de este país, por lo demás no menos dotados que los otros, son, excepcionalmente, más inteligentes y más sabios, porque han nacido y crecido en el lugar del corazón". (Palabras de Isis a Horus). Corpus Hermeticum, Estobeo XXIV, 13. La importancia de Egipto en la historia de nuestra tradición es fundamental, ya que Kemi (nombre dado al Egipto antiguo, que significa "tierra negra", origen de la palabra Alquimia), es cuna de toda la cultura occidental y particularmente del Hermetismo. Según Plutarco, los egipcios comparan su tierra a un corazón que representa también al cielo. Esta visión, que concibe al espacio habitado por el hombre como un reflejo de lo celeste y como una región central y sagrada es común a toda civilización que proviene de la Tradición Primordial, como es el caso de la egipcia, que comparte con otras altas culturas las verdades esenciales. Thot, el dios egipcio que posteriormente tomará entre los griegos el nombre de Hermes, es el que enseña a Isis el arte sacerdotal que esta diosa transmitirá a su hijo Horus. Estos misterios pasan a los hierofantes, guardianes y transmisores de una Sabiduría divina y esotérica que se deposita y revivifica en los símbolos, mitos y ritos de esa gran cultura, que con otras formas será también conocida por griegos y romanos y por el Occidente medieval y renacentista. El descuartizamiento de Osiris –como es el caso igualmente del Dionysos Zagreus griego– a manos de Seth y la restitución que de su cuerpo realiza Isis, uniendo lo disperso, ha sido en Occidente el modelo simbólico de la Iniciación (muerte y resurrección). Guiados por Hermes y con el auxilio de Isis, viajan los muertos hacia la verdadera morada, en un trayecto que es análogo al viaje iniciático. Isis en Egipto, como Deméter en Eleusis, es la que instituye las iniciaciones entre los hombres y la que enseña sus ritos. Es clara la relación entre Egipto y la cultura judía. Recordemos que José, el hijo de Jacob, fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas que le llevaron a Egipto, y gracias a sus dotes adivinatorias llegó a ser virrey, gobernando como otro faraón. Allí recibió posteriormente a su padre y sus once hermanos (Génesis, XXXVII a L) y a partir de ellos las doce tribus de Israel se engendraron en tierras egipcias en las que permanecieron hasta tiempos de Moisés, que como es sabido fue educado en la corte faraónica. Es interesante también observar que José y María con el niño Jesús, por consejo de un ángel que apareció en sueños, huyeron a Egipto para escapar de la matanza de Herodes, "a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: 'De Egipto llamé a mi hijo' " (Mateo II, 15). Algunos afirman que Jesús regresó a ese país durante su vida oculta. Existe un paralelismo indiscutible entre los dioses egipcios y los de las mitologías griega y romana, lo que demuestra una clara influencia de la cosmovisión egipcia sobre la grecorromana, lo cual se confirma con el hecho de que varios pensadores presocráticos, encabezados por Pitágoras, recibieron buena parte de su formación directamente de los iniciados egipcios, que habrían transmitido a este último muchos de los conocimientos matemáticos, geométricos, musicales y astronómicos que han nutrido nuestra cultura hasta el día de hoy. También es notable que haya sido en Alejandría, en el delta del Nilo, donde se diera una asombrosa reunión de sabios de diversas tradiciones, en los siglos II, III y IV de nuestra era, produciéndose una síntesis de la gnosis egipcia, griega, romana, judía y cristiana, que desde allí pasó al Occidente medieval, iluminando toda la historia de Europa y Próximo Oriente. El antiguo Egipto se ubica en el origen del Kali-Yuga y con seguridad es el puente que une a esta era con las anteriores. Las similitudes entre esta civilización y las culturas americanas precolombinas (especialmente en el simbolismo constructivo) han hecho pensar a muchos que ambas provienen de la desaparecida Atlántida. |
||
7 |
¿PERFECCION O PERFECCIONISMO?
|
|
"¿Por qué? ¿Por qué el infinito amor del Universo se manifiesta en la confrontación de sus criaturas? ¿Por qué el terremoto de la ilusión? ¿Para qué existe un mundo imperfecto donde el mal y la injusticia señorean?" Tratemos de reflexionar: ¿quién es el que habla, el que divaga de esta manera? Respuesta: un perfeccionista, un interesado en cambiar el rumbo de las cosas, el plan divino. Y podríamos repreguntar a ese personaje ¿De qué serviría crear lo mejor de acuerdo a las normas de una organización ilusoria basada en los beneficios de la ciencia y la salud? ¿Quién pudiera "mejorar" de acuerdo a lo establecido por una entidad imaginaria? En todo caso ¿por qué se debería "mejorar" y en qué aspecto? y ¿quién sería capaz de certificar esas "mejoras", ese status anímico, ese "confort espiritual"? Todo hombre es mortal, tarde o temprano acaba; su viaje verdadero es un retorno a los orígenes. El ego hoy llamado deseo de "perfección" relativo a ciertos tesoros, que no son siempre el sexo o el dinero, sino que constituyen para cada cual lo que imaginariamente cree ser o sus aspiraciones al respecto, es algo peligrosísimo; una manía que puede ser asesina. Educar a otros en el error; ya sea en el de una psicología higiénica, o en el de una moral legalista, o una cultura desodorizada (cuando no se los lanza a una competencia sin meta verdadera) es acceder al caos aunque parezca lo inverso. Es pretender "lo mejor" dejando lo bueno de lado. Si la perfección es buena y deseable, el perfeccionismo puede llegar a veces a ser lo contrario de ella. De otro lado la perfección es algo difícil de obtener y el perfeccionismo algo demasiado fácil de lograr, hasta el punto de constituirse en algo mecánico, completamente alejado de la sensibilidad. Toda perfección de alguna manera es una imagen de la Perfección y por lo tanto una aspiración por aquello que se desconoce y se ansía recibir. El perfeccionismo es activo y pretende efectuar logros para utilizar dividendos. Esta actitud es racional mientras que la primera es intuitiva. En términos cristianos la perfección aspira a la Voluntad del Padre, mientras que el perfeccionismo tiende a la voluntad del hombre. En esos mismos términos se afirma: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es Perfecto", pero está bien claro que ese Padre Celestial no está preocupado por fomentar su propia perfección, constituir la demagogia ni por "cultivar su espíritu". Desde luego que hay una identidad entre ese Padre y el Cosmos, porque de ninguna manera El está fuera de su propia expresión. Si el lector de esta Introducción a la Ciencia Sagrada tiende a la perfección, no es por un perfeccionismo autosuficiente que presume de bastarse a sí mismo, impresionar a terceros, o instituir fábulas. Por el contrario, sus estudios y meditaciones tienden a la identificación con las leyes y comprensión del Cosmos, pues de este modo conocerá la perfección del Padre. |
||
8 |
|
|
En el tercer capítulo del Génesis se narra cómo Yahvé le dijo a Eva: "Multiplicaré los trabajos de tus preñeces", y a Adán: "Por ti será maldita la tierra, con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan." Es importante destacar que esto sucede a consecuencia de la tentación de la serpiente y la ingestión del fruto prohibido, o sea, como una pena, inmediatamente antes de ser expulsados del Paraíso. En otros lugares de este manual se ha mencionado el significado de la Caída en relación con las Eras y Ciclos, y el del simbolismo del Paraíso, vinculado a un "estado edénico", donde, por cierto, todo esfuerzo resultaba innecesario, estado que se espera recuperar. Sin embargo nos interesa tratar aquí el tema del trabajo, y en particular señalar el concepto totalmente equivocado que sobre él posee la sociedad en que vivimos, lo que constituye a veces un verdadero impedimento para la Enseñanza que esta Introducción a la Ciencia Sagrada propone. Nos referiremos en primer lugar a la primacía de la contemplación sobre la acción, idea presente en el hinduismo, el budismo, el judaísmo, el islam, y en general en todas las tradiciones. En el cristianismo esto resulta nítido. Cuenta Mateo (VI, 26-29) que Jesús dijo, en el célebre Sermón de la Montaña: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos." Es conocida también la vinculación simbólica que las dos hermanas de Lázaro, Marta y María (la acción y la contemplación), tienen al respecto, y el juicio del Maestro sobre cuál de las dos lleva la mejor parte. De otro lado podemos observar sin esforzarnos demasiado que esta preferencia por la contemplación es totalmente ajena al medio en que vivimos, signado por una incesante acción, por una proyección de deseos que por ser tales jamás podrán cumplirse, por una angustia e insatisfacción permanentes que desembocan en la ignorancia y necesariamente en la violencia y la destrucción. Pero lo que verdaderamente es alarmante es que esta acción –cualquiera que sea el sentido que ella tenga– es considerada como un bien en sí; a tal punto que discutirla o no practicarla es ser mal visto, o condenado por ese medio, pues el tema ha pasado a ser una cuestión moral nacida de la asociación trabajo-bondad. Sin embargo queremos aclarar que nada tenemos en contra de un trabajo que sería verdaderamente sagrado, y por lo tanto auténticamente dignificante, si estuviese guiado por la Voluntad y el Libre Albedrío. Lo que se critica es el concepto moderno del trabajo por el trabajo mismo, es decir, sin ninguna finalidad de orden metafísico, y su equiparación a un fin y no a un medio vehicular. Si bien esta última crítica podría aplicarse a otras áreas de la actividad contemporánea (el arte por el arte, la ciencia por la ciencia, lo psíquico y lo emocional, simplemente por lo psíquico y emocional, etc., etc.), el concepto moderno del trabajo –que en términos sociales sólo hace del hombre un factor de la producción económica, individual o colectiva– tiene una carga de alta potencia destructiva, en cuanto su obligatoriedad y necesidad generan en el alma una serie de turbaciones morales e impedimentos materiales en una sociedad tan injusta como la que vivimos. En una sociedad tradicional o primitiva los "trabajos" no son tales pues no llevan implícita la insatisfacción de lo que sólo debe ser efectuado con sufrimiento, a desagrado, o bajo la presión de un peso arbitrario y alienante al que no se le encuentra finalidad última, sino apenas la mera subsistencia en un mundo sin sentido. Por el contrario, en las sociedades arcaicas los hombres realizaban sus trabajos de manera ritual y de acuerdo a sus funciones, nacidas de sus posibilidades, que los hacía más aptos para aquellas o estas labores, las que cumplían entonces con gusto, en perfecta relación e interdependencia con las otras del organismo social. Es paradojal que en ciertos manuales escolares y aun en ciertos textos universitarios se hable aún de la "esclavitud" como una etapa históricamente superada cuando una simple mirada al entorno en que habitamos, nos hace ver que nuestros contemporáneos no sólo son esclavos del trabajo, y como tales viven, sino de las funestas consecuencias de ese trabajo sin razón, comenzando por las cadenas de la acumulación de riqueza –individual y social– por la riqueza misma, a saber: nuevamente la sustitución de un medio por un fin. Queremos recordar aquí otro fragmento del Sermón de la Montaña: "No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. Acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón." El trabajo es para el hombre, no el hombre para el trabajo. La vida es para el hombre, no el hombre es un deudor o un esclavo de la vida. "El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado" (Marcos II, 27).
|
||
|