47 | SOBRE EL TRABAJO INTERNO
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Queremos sugerirle, si es que ya no lo ha efectuado, que realice el estudio de esta Introducción a la Ciencia Sagrada a la noche. Al comienzo de nuestro Programa es más indicado (aunque de ninguna manera necesario o imprescindible) realizar las lecturas y meditaciones en las horas diurnas, en especial a la mañana, antes de enfrentar el mundo profano y cotidiano. Si esto ha sido así comience ahora a practicar en las horas nocturnas. Al contrario, si hasta ahora se ha ejercitado de noche, debe empezar a hacerlo de día, al menos durante un cierto período. En realidad hay adeptos que dicen que el trabajo alquímico debe efectuarse de las doce del día en adelante y otros que por años laboran sólo a partir de la medianoche, una vez han entendido con los ojos bien abiertos –en la vigilia de mañanas y tardes– la naturaleza de sus operaciones y estudios. Se debe aclarar que no es únicamente que se recomienda este horario nocturno por la mayor tranquilidad que ofrece la noche en la vida moderna y las ciudades contemporáneas, sino por la energía-fuerza que conlleva, íntimamente ligada al descenso a la interioridad de la tierra, o profundización de todos los aspectos y planos de nuestra existencia, tal cual lo efectúa el sol en su recorrido, para renacer en cada amanecer, cuajado de belleza. También representa una muy interesante forma de asimilación y aprendizaje el soñar con el modelo del universo cabalístico, nuestro Arbol de la Vida Sefirótico. Si aún esto último no le ha sucedido, haga las labores de estudio y meditación antes de acostarse con la firme intención de que éste aflore en sus sueños. Igualmente queremos indicar otra práctica: comience a meditar todas las noches de plenilunio que pueda, o las que sea capaz. Hágalo solo o con otro u otros amigos/as que estén realizando o hayan seguido el Programa. Tenga la seguridad de que muchas otras personas en distintas partes del mundo están haciendo lo mismo que usted. Unase a ellos y sienta la fuerza de la energía de la Buena Voluntad, y la plenitud del Agartha en acción. Dedique de 1/2 a 1 hora a esto. Acompáñenos en estas prácticas cuya única intención es la entrega completa a un Poder Superior y la Oración por nuestros hermanos perdidos en la confusión de un mundo profano. Cargue sus baterías y disfrute de la Paz del Señor y de una vida cada vez menos opresiva. La lucha por quitarnos los condicionamientos que nos marcan y a los que inconscientemente obedecemos (haciéndonos sus esclavos, cuando no sus cómplices, por temor a destruir lo que pretendidamente somos y a cambiar nuestra manera de ser y existir) debe realizarse con la asepsia del guerrero e invocando la gracia de las deidades para que los espíritus nos guíen en el intrincado laberinto del destino. El fruto de nuestro anhelo es la virginidad capaz de levantar todo nuestro pequeño cosmos nuevamente, después de muerto a las concepciones caducas, pero ahora edificando sobre un orden que hemos elegido. Sería posible pensar que la construcción a partir de un modelo análogo al propio universo fuese precisamente nuestro condicionamiento. En ese caso estaríamos gobernados por los númenes que señalan nuestro camino y la obediencia a las voces interiores sería acceder a su amor y misericordia. Algo que sin duda tiene que ver con lo sagrado en detrimento de lo profano, signado por la lectura egótica y literal, o la interpretación psicológica o social, o cualquiera otra programación cultural, la que nos hace ser lo que el poder y el medio determinan en su ignorancia. No ha habido tiranía igual, ni que se asemejara siquiera en lo totalitario a lo que se produce en la sociedad moderna aunque ésta suponga deslumbrarnos con su técnica, sus pretendidas democracias y sus modalidades represivas tan refinadas que actúan en forma subliminal. Un mundo envejecido y sin futuro, sin duda. |
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Los Cuatro Elementos (2). Los cuatro elementos, o mejor, los cuatro principios que ellos simbolizan (que constituyen cualquier posibilidad de manifestación y por lo tanto, la de toda materia, puesto que ésta es la combinación de esos principios o elementos en rotación, alternándose los unos con los otros; los que no son sino la emanación de un mismo principio creador universal que toma diferentes modos o formas designadas por distintos nombres) se llaman, como ya bien sabe el estudiante de esta Introducción a la Ciencia Sagrada, fuego, aire, agua y tierra. El fuego simboliza el principio radiante que es el más alto de todos. En el Arbol de la Vida correspondería a Atsiluth, a lo ontológico, o sea al Ser, y al Espíritu. Es la primera posibilidad de la materia, el hálito espermático del azufre capaz de fecundar la potencia mercurial, la penetración por la palabra, o sea la luz pura simbolizada por este principio radiante, materializado en lo que significa lo ígneo, de lo cual el fuego es el emblema. El siguiente elemento, o estado de la materia, es el aire o energía gaseosa y sutil, correspondiente a la levedad e inestabilidad de lo emocional, al plano de Beriyah, a la primera construcción de lo cosmogónico, a la sublimación de lo fluídico, a la transmisión de toda posibilidad, al soplo del aire como causante de la generosidad de las lluvias y la generación vegetal, y también al alma superior, la que está por encima de la superficie de las aguas. El tercer elemento es el agua, gas condensado, o energía fluídica, capaz, como ya se ha dicho, de generar, pero también de corroer. Toda materia es ablandada por el agua, que igualmente siempre encuentra un cauce y que es capaz de adaptarse a la forma que le toque. Corresponde al plano de Yetsirah y al peligroso y atractivo psiquismo inferior; a las bellas y a las artes. También a una condensación de lo aéreo y por lo tanto a una progresiva solidificación, a una transformación de aquel principio radiante, de aquella primera emanación que se expresó por un soplo que ahora, al coagularse, se presenta en estado líquido. El último elemento es la tierra, que es el receptáculo y a la vez contiene en su seno a los restantes principios, elementos, o estados de la materia, y es la energía solidificada de esa materia, el summum de su densidad y de sus posibilidades de concreción. Corresponde al plano de Asiyah, a la gran madre, a la potencia del acto permanente, a lo pasivo en continuo movimiento, a la última manifestación de la perfección universal, espejo de la perfección de su creador. Hay un quinto elemento que es el éter, al que se suele simbolizar en el centro de una rueda de la cual irradian los otros cuatro principios, y alrededor del cual giran. Es pues su origen al que constantemente retornan y la oculta raíz de todo, un 'motor inmóvil' más relacionado con el No Ser que con el Ser, emparentado con Ain y En Soph: con lo auténticamente metafísico, lo invisible, lo inexpresable, lo verdaderamente desconocido, lo que está por encima de la corona, que todavía apoya sobre la cabeza, emblema del cuerpo mineral. Estos cuatro elementos están constituidos por los tres principios alquímicos: el azufre, el mercurio y la sal, que interactúan constantemente entre sí como a su vez lo hacen estos elementos entre ellos. Se les ha querido comparar con una rueda dentro de otra rueda, o como una rueda que fija doce posibilidades (3 x 4), el zodíaco (ver Módulo II, acápite 73). Estos tres principios como sabemos están presentes en toda 'materia' o energía, así se presente esa energía en estado radiante, gaseoso, fluídico, o de manera sólida. A estos tres principios los podemos asociar con Osiris (+), Isis (–), y Horus (N), hijo de ambos, que por lo tanto contiene parte de los dos, a los que debe su existencia. Pero sobre todo hemos de vincularlos con el Arbol de la Vida y sus tres columnas que se van solidificando en cuatro etapas sucesivas que, sin embargo, coexisten en cualquier materia, como los cuatro planos o mundos del Arbol de la Vida coexisten entre sí.
Debemos aclarar que tanto en el trabajo hermético como en Alquimia instrumental la labor interna es invertida con respecto a las emanaciones creativas. Está a contrapelo, y hay que remontar el río hasta sus fuentes. Por eso es que se habla precisamente de un trabajo. La materia física ha de irse descartando y sutilizando, de lo opaco a lo transparente. |
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NOTA: REMEMBRANZA, CENTRO Y PERIFERIA
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Lo "antropomorfo", como cualquier expresión del mundo accesible a los sentidos, no posee ninguna ventaja especial que justifique la prepotencia con la que el hombre moderno visualiza su status en el mundo que le toca, que no es otro que el que recrea con su actitud. Más bien al contrario, la insuficiencia crónica que le hace sobrevalorar lo visible y sensacional (sensación) sobre lo invisible y significante –si es que por algún momento considera esto último– es el expediente mismo que cierra la puerta a la posibilidad regeneradora inmanente en el recuerdo de lo sagrado. Ese mismo gesto interno que lo encierra en los límites de lo individual - particular - literal, sostenido por el olvido cotidiano que lo hace mecánico, oculta su filiación original y no permite que el mundo, del cual él puede ser centro, se le manifieste como un mandala apto para revelarle su identidad primigenia, intemporal. Simultáneamente, la multiplicidad de los aspectos egóticos progrede indefinidamente, como es propio del mundo de la cantidad. Y sin embargo, el hombre primordial, inasible por la historia, sigue siendo él en cada una de las imágenes simbólicas (que nunca han sido vanas) de estos hijos póstumos, nacidos a la individualidad en esa dimensión oscura del ciclo en la cual el ser humano, desligado de sus orígenes míticos que lo emparentan con sus verdaderos ancestros, queda lanzado, por la propia naturaleza de las cosas, a la periferia de la rueda, a lo más denso y relativo, siendo víctima, como criatura caída, de todo aquello que podría y debería estar nombrando, conociendo desde su fuente primera. Ahora bien, cuando el ser humano, tal vez gracias a una curiosidad profunda, o a una melancolía todavía lúcida, se permite el recuerdo de un pasado prototípico, es decir, de un origen capaz de ser origen de todas las cosas, puede encontrarse con que no está solo, con que si bien hay algo que únicamente podrá realizar él mismo, escuchando las voces que sólo se oyen en el silencio, también hay una verdadera familia del espíritu, conocida no sólo del pasado sino también del futuro, puesto que sus mensajes traen la memoria de lo que siempre excedió los tiempos históricos. Esos reales "ancestros" en el dominio del conocimiento, es decir, del verdadero ser, son por la enseñanza que formulan la manifestación variada en aspectos, única en esencia, del motor original que, como maestro arquetípico y secreto, se proyecta en el centro de todos los tiempos o ciclos, a los que fecunda. La aspiración amorosa de lo trascendente devuelve al mundo en forma inmanente la presencia de lo no-dual por la cual es regenerado el Libro de la Vida, obra que el espíritu realiza al reconocerse en lo que siempre lo estuvo revelando. En otros términos, la reunión de lo disperso no ocurre sólo en el mundo histórico y geográfico del hombre, por su remisión a lo arquetípico; el Corazón del Mundo, o lo que aparece como cenit para un estado del ser como el humano, no tiene más aspectos separadores que los proyectados desde determinado estado de existencia. En sí no es sino la presencia real y efectiva de lo divino. Es evidente que el poder vivirlo así tiene mucho que ver con el anonimato verdadero, interno sobre todo, en el cual el Sí-Mismo no necesita adornarse con pronombres personales. El mundo aparentemente ya solidificado y terminado, apto para el consumo entrevisto por la cárcel de la mente, resultado de un árbol sin raíces, talado en un gesto de apropiación típico del ego, puede enderezarse de nuevo en el recuerdo efectivo de aquéllos que gracias al sacrificio reiterado en el Nombre de lo que nunca será accesible a los sentidos, habrán recuperado el 'sentido de la eternidad', el cual redime cualquier ciclo, que sólo desde el punto de vista 'profano' aparece como abandonado a sí mismo. |
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LOS ASPECTOS DEL
ALMA
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Los grados del alma humana, o los planos de conciencia en que se manifiestan, son tres, en correspondencia con los mundos del Arbol Sefirótico, y tienen por lo tanto tres designaciones: nefesh, para el hálito vital; ruah, para el alma interior; y neshamah, para el espíritu. Es muy importante recalcar que para la Cábala los tres planos están comprendidos uno dentro del otro, pero a su vez tienen sus propios nombres o domicilios. En el trabajo hermético la energía motora despierta, o mejor, es despertada, y si es bien conducida (con humildad, paciencia y verdad) será capaz de estimular a nefesh, el cual a su vez nos podrá transferir a ruah, al mundo del psiquismo superior, al punto de inflamarlo, en cuyo caso es muy posible que se nos abra la puerta de neshamah, el espíritu puro. Daremos a continuación estas correspondencias, graficadas en el Arbol de la Vida.
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Uno de los temas menos comprendidos entre las concepciones tradicionales es el de las castas debido a la confusión que el mundo moderno (nacido en el Renacimiento, confirmado en los siglos XVII y XVIII y efectivizado en el XIX y XX) ha proyectado sobre este asunto, confundiéndolo con sus propias problemáticas, sus revoluciones políticas y económicas, sus divisiones referidas a las clases sociales (verdaderos tabúes) y posteriormente el enfrentamiento de éstas y por lo tanto la ruptura del organismo nacional e internacional. Trataremos de aclarar algo del tema a la luz de lo que el lector ya sabe acerca del pensamiento tradicional. Aunque antes de abordar este equívoco deben despejarse ciertas dudas y sentarse algunas bases necesarias a la clarificación: a) Nada tiene que ver el tema de las castas con la división contemporánea referida a las clases sociales, motivo por el que el aspirante al Conocimiento, todavía hijo de su condicionamiento histórico, no tiene en su bagaje de imágenes ninguna cosa parecida que pueda tomar como punto de referencia; se aconseja, por lo tanto, no extrapolar informaciones y menos aún pretender juzgar con elementos exclusivamente contemporáneos, a los que se supone universales, a sociedades pretéritas de las que todo se ignora. Para poner un solo ejemplo diremos que los hombres y mujeres más poderosos y de más status de la actualidad, presidentes, primeros ministros, líderes, y aun reyes y nobles, pueden ser considerados desde una perspectiva tradicional, o sea espiritual, como los integrantes de la casta más baja de seres jamás conocida en este ciclo humano de existencia. b) La división en cuatro castas no es un hecho arbitrario o casual, sino que está en correspondencia con el orden natural de las cosas y la división cuaternaria de cualquier manifestación. Es pues una realidad de orden cosmológico verificable en cualquier sociedad y/o cultura. c) A los efectos de este acápite utilizaremos la terminología hindú para referirnos al asunto por ser la más clara y conocida, la que agrupa a los hombres en cuatro conjuntos denominados Brâhmanes, Kshatriyas, Vaishyas y Shûdras. El primero corresponde al estado sacerdotal o sapiencial. El segundo al guerrero y la nobleza; el tercero a los artesanos, comerciantes y administradores, y el último a los siervos. Los nacidos en los tres primeros pueden renacer en la Suprema Identidad, pueden ser iniciados en los misterios; los que pertenecen por nacimiento al otro están destinados a la reencarnación en la rueda de las existencias, aunque sean millonarios, jefes políticos, artistas de éxito, o tal vez precisamente por eso, tomando debida cuenta de la degradación del mundo que vivimos. Se quiere hacer la salvedad de que esta separación en castas, o en estados, no sólo se presenta en la tradición hindú, sino que es clara en la China (y todo el extremo oriente y también en el oriente medio), en la América precolombina, e incluso en culturas tribales consideradas tan 'primitivas' como el Africa negra. En la organización social de la Edad Media occidental es evidente, heredada no sólo de las concepciones cristianas (el Cristo Rey por ejemplo) sino igualmente de las antiguas culturas nórdicas y célticas, y asimismo de egipcios, caldeos, griegos y romanos. En los hebreos es neta entre los reyes-sacerdotes (o mejor sacerdotes-reyes) y el séquito escalonado de sus cortes. Seguidamente ilustraremos esta concepción con el símbolo del círculo, o de la circularidad, harto conocido por nuestros lectores que ya han trabajado bastante con él.
De más está decir que a esta representación también le caben todas las relaciones o especulaciones que ya hemos hecho de ella, tal cual se superponen los distintos significados o lecturas del símbolo. Ahora la desarrollaremos en el Arbol de la Vida:
También en este caso la división en castas (expresadas aquí con la terminología hindú) debe ponerse en relación con todo lo que llevamos visto del modelo Sefirótico. El predominio de tal o cual casta debe ponerse en relación con el ciclo y el tiempo histórico por un lado; por el otro con la jerarquización o lectura de niveles, o grados de conciencia, presente en cualquier realidad. Para finalizar queremos hacer referencia a una quinta casta: Hamsa. Esta es en verdad una no casta y debe ser colocada por encima del Arbol de la Vida. Corresponde a los seres no condicionados, o los que habiendo sido condicionados por el nacimiento han sido liberados de su determinación. Estos iniciados son llamados ativarna, utilizando siempre la terminología hindú. |
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Lo que se entiende hoy por ciencia –la ciencia profana– tiene también un origen sagrado (como todas las Artes Liberales) que se ha ido degradando, desde sus comienzos, donde la observación de los fenómenos naturales, revelaba el funcionamiento de la gran máquina del mundo, manifestada por las estructuras de la cosmogonía, que simbolizaba, en última instancia, lo que estaba más allá de ella. Es decir a las leyes naturales como signos y arquetipos de lo sobrenatural y como su sello en las cosas y los seres, incluido el humano, como lo hacía la alquimia en virtud de la correspondencia entre macro y microcosmos. Y es digno de notarse que autores como Tycho Brahe, Kepler, Newton (sobre todo este último), y un largo etc., viven a sus trabajos individuales como directamente ligados a lo Universal, en busca del Conocimiento, aventurándose al límite de sus posibilidades intelectuales insertadas en un contexto metafísico, como auténticos hermetistas. En términos generales, desde el Renacimiento el mundo actual ha materializado completamente sus supuestos y se ha ido solidificando cada vez más en razón de acontecimientos cíclicos y esto coincide con la aparición de la ciencia moderna, o ciencia profana. Empero, los fundadores de esta ciencia jamás negaron sus intereses sagrados. Bien por el contrario, el que podría llamarse su más lejano antecedente medieval, Roger Bacon, consideraba a los hechos experimentales como formas visibles de fuerzas invisibles –lo cual fundamenta a la analogía y por lo tanto a la teúrgia– y habría que echar un vistazo a su obra para advertir sus intereses. O fijarse en el ya citado Newton, quien invertía más tiempo y ponía mayor interés en sus investigaciones bíblicas que en sus búsquedas propiamente "científicas". Su ley de la gravedad nos ilustra sobre las correspondencias y por lo tanto acerca de la magia simpática, como él lo sabía, aunque prefirió emitir su teoría en términos mecánicos. |
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Un concepto lineal del universo, el tiempo y el espacio, hace que a éstos se los viva de una manera rígida y fija, en acuerdo con la literalidad de un pensamiento sólo capaz de vislumbrar lo más inmediato de lo que perciben los sentidos. En la época actual la ciencia ha tomado formas casi exclusivas de medición cuantitativa reduciendo los problemas científicos a meras estadísticas, lo que equivale a abandonar la búsqueda de la esencia y las causas de los fenómenos –de cualquier naturaleza que sean– por la comodidad de su mera descripción y sus efectos. Desgraciadamente esta forma de pensar invalida la ciencia oficial que empíricamente encasilla las cosas por sus características más superficiales sin contar tampoco los factores de cambio permanente a que está sujeta cualquier manifestación, y considera al hombre contemporáneo, completamente condicionado por su medio e ideología, como un modelo universal válido para ser aplicado en toda circunstancia. Lo mismo, en realidad, hace con cualquier fenómeno, así sea éste subatómico o estelar, y termina mecanizando su visión de la vida a tal punto que es incapaz de distinguir entre la teoría y el fenómeno en sí. Ya hemos dicho que esta pretendida ciencia oficial no está de acuerdo con las últimas investigaciones científicas, nacidas muchas de ellas a partir de las teorías de Einstein, pero éstas aún no han podido transformar el esquema oficial (ver Módulo I, acápite 66). El universo se encuentra en permanente movimiento y constantemente se contraen y expanden sistemas enteros de estrellas que configuran galaxias y planetas, que al igual que las partículas subatómicas conforman diferentes sistemas alternativos a velocidades supersónicas. Esto en perfecta coordinación cíclica y rítmica con todos los elementos que componen este universo vivo y en perpetua expansión. Así, en nuestra ignorancia, los hombres vamos como aquellos burros a los que se les sostiene por encima y delante de sus cabezas una pértiga de la que cuelga una zanahoria, lo que hace que la bestia camine y corra con el afán de procurar su alimento sin que pueda conseguirlo. La Vía Láctea es un inmenso aro de gases y estrellas que gira perpetuamente sobre nuestras cabezas como una rueda. La materia física tampoco es inerte y pasiva sino que constantemente vibra en una ondulante danza cuyos patrones de movimiento están dados por las estructuras moleculares, atómicas y nucleares. Todo esto entraña un secreto cuya revelación es el origen del conjunto. Cualquier obra habla de su creador si no hay diferencia entre el autor y la obra. La manifestación es la firma de Dios y de allí la suma importancia de la Ciencia, cuyo punto de partida es la experiencia, la que igualmente constituye el fin último del Conocimiento. De lo visible a lo invisible por mediación de la auténtica ciencia. |
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Los distintos esoterismos coexisten y son idénticos en esencia, mientras lo exotérico de las distintas tradiciones toma formas que las contraponen entre ellas. Esto es válido para la suma de las diversas formas tradicionales y sus símbolos, ritos y mitos. Mientras lo esotérico es interior y se refiere a los principios inmutables, lo exotérico hace hincapié en lo superficial y múltiple. Lo esotérico une, lo exotérico divide (ver Módulo I, acápite 2). Lo anterior es notorio en las tradiciones hebrea y árabe, hoy tan contrapuestas en lo material, lo que se traduce en odios y diferencias religiosas, sociales, económicas y políticas. Sin embargo, las raíces y aun el tronco son comunes para ambas tradiciones pese a las diferencias de las flores y frutos, y los iniciados y esoteristas de las dos (sufíes y cabalistas) se refieren no sólo a un mismo Ser y a una idéntica y Suprema realidad, sino que sus métodos para acercarse a ella son nítidamente similares. Agreguemos que los esoteristas de ambas tradiciones han sido y son perseguidos por el exoterismo oficial y religioso. En los alfabetos es patente esta identidad, señalando desde ya la profunda analogía que existe entre ellos, y haciendo la salvedad de que pese a tener el islámico 28 letras, se corresponde perfectamente con el hebreo (algunas de estas letras son prácticamente iguales). Por otra parte a cada letra corresponde un número y se hacen cálculos análogos en ambas lenguas respecto al valor de los signos. El Nombre Supremo tiene cuatro letras tanto entre los judíos como entre los árabes, las que son puestas en relación con los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, las cualidades del poder divino, etc. El magno testimonio del islam (la shahadá) se compone de cuatro palabras, siete sílabas y doce letras, tal cual expresa también el Sefer Yetsirah. La creación se considera como un libro del que las criaturas son las letras. El universo es una escritura, un discurso provocado por la expansión del Verbo, lo que configura el libro del mundo. Por lo que tanto el Corán como la Biblia son textos sagrados reveladores que expresan la totalidad de lo cósmico, siendo susceptibles de ser leídos de distintas maneras jerarquizadas y ocultas que manifiestan de modo real al Espíritu Supremo. Los especialistas islámicos dedicados a la ciencia de las letras (los hurufis) dan enorme importancia al Alif, primera letra del alfabeto, valor uno, pues de ella derivan los principales nombres. Las letras, como el lenguaje, son los atributos dela esencia divina y son inmanentes a todas las cosas, pues son la materialización de la Palabra, Kalimat Allah y su discurso creador. El nombre, compuesto de letras, significa verdaderamente la cosa nombrada y por lo tanto la revela (kashf). Es en el hombre donde se manifiesta conscientemente esta escritura divina, de la cual, por otra parte, él es un signo. La escritura es un ejemplo evidente del misterio del ser y una graficación permanente de la más alta actividad de la pluma del Creador, el que se expresa también por la palabra, el lenguaje, el nombre, y sobre todo, por el sonido, que los antecede. Desde este punto de vista el estudio y la lectura de cualquier texto sagrado o verdaderamente esotérico no son en absoluto vanos, sino que tal texto, al manifestar en sí y por sí la potencia generadora, no puede dejar de ser –para quien se abre a él– auténticamente transmutador y constituir de hecho una gnosis. Esto es patente en la Tradición Hermética donde el libro es el vehículo por excelencia. |
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